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La Sombra del Abuelo - Parte Final.

  Tres meses habían transcurrido desde aquella primera noche de pesadilla. Tres meses durante los cuales la casa de Marian se había transformado en un templo perverso de la obediencia, un microcosmos donde las reglas del mundo exterior habían sido borradas y reemplazadas por el dogma único de la voluntad de Javier. El entrenamiento había sido meticuloso, implacable, y profundamente efectivo. Las cadenas físicas ya no eran necesarias; las cadenas mentales que él había forjado eran infinitamente más fuertes. Marian, Valeria, Martina y Eugenia ya no luchaban. Habían entendido su lugar. O, más precisamente, habían sido reprogramadas para encontrarlo no como una prisión, sino como su estado natural, la única realidad que garantizaba su aprobación, placer y una paz distorsionada.  Una tarde, con la luz del sol filtrándose por las cortinas pesadas del salón, Javier decidió realizar una ceremonia que simbolizara su triunfo absoluto. Ordenó a las cuatro mujeres que se presentaran. Acud...
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La Sombra del Abuelo - Parte 7

  Javier observaba a su hija, Marian, ahora reducida a una mascota obediente que dormitaba a sus pies en el salón, con una satisfacción profunda y lúgubre. La transformación era completa, un testimonio de su poder para moldear voluntades y borrar identidades. Pero una pieza del rompecabezas familiar aún no encajaba perfectamente. Sus nietas, Valeria y Martina, seguían confinadas en sus habitaciones, atadas a sus camas, resistiendo en silencio o con rabia impotente. Era hora de ocuparse de ellas, de integrarlas plenamente en el nuevo orden que él estaba construyendo. Y decidió comenzar por la más prometedora: Valeria.  La joven de veinte años había mostrado, durante su violación inicial, una chispa de aquiescencia, una curiosidad malsana que Javier estaba ansioso por explotar. Se dirigió a su habitación y la encontró como la había dejado: desnuda, atada de muñecas y tobillos, sus ojos—tan parecidos a los de Clara y Eugenia—se abrieron de par en par con una mezcla de miedo y exp...

La Sombra del Abuelo - Parte 6

  El sótano quedó sumido en una oscuridad apenas rota por la tenue luz de una bombilla desnuda que colgaba de un cable, iluminando la figura encogida y desnuda de Marian. Las lágrimas habían cesado, reemplazadas por un vacío helado, una incredulidad absoluta. El sabor de Javier aún impregnaba su boca, un recordatorio físico y brutal de la elección que había hecho, de la línea que había cruzado para proteger a sus hijas. La cadena alrededor de su cuello pesaba como una losa, no solo de metal, sino de la conciencia de que su libertad, y quizás su cordura, habían sido canjeadas. Escuchó los pasos de Javier subir las escaleras y cerrar la puerta con un golpe seco que resonó como un portazo en su alma. Se quedó sola, con su vergüenza y el silencio ominoso de la casa, preguntándose qué estaría haciendo ahora ese hombre con sus otras hijas.  Arriba, Javier se movía con la calma de un director de orquesta que sabe que toda la música depende de él. Su plan se desarrollaba a la perfecci...

La Sombra del Abuelo - Parte 5

  El apartamento de Marian olía a estofado casero y a limón recién exprimido, aromas de hogar que contrastaban brutalmente con el nudo de angustia y culpa que Clara llevaba en el pecho. Había reunido a su hija y a sus dos nietas mayores, Valeria y Martina, para la conversación más difícil de su vida. Marian, una mujer de cuarenta y tantos años con una belleza cansada pero aún vibrante, se movía por la cocina con la energía de quien ha criado sola a tres hijas. Su cuerpo, curvilíneo y maternal, estaba marcado por los años de trabajo, pero conservaba una voluptuosidad llamativa, especialmente en su pecho, generoso y firme, que siempre había sido tanto un atributo como una carga para ella. Valeria, de veinte años, heredera de la esbeltez y los ojos claros de su abuela y su hermana menor, rebosaba la energía inquieta de la juventud. Martina, de veintitrés, más seria y con una inteligencia práctica que la hacía el pilar de la casa, observaba todo con una curiosidad cautelosa.  —Sié...

La Sombra del Abuelo - Parte 4

  Un mes había transcurrido desde aquel primer encuentro en la orilla del río, un mes durante el cual los días y las noches de Eugenia se habían fundido en una sola realidad distorsionada, un ritual de obediencia y placer coercitivo. El entrenamiento, meticuloso e implacable, había surtido un efecto profundo y alarmante en la joven. La resistencia inicial, el miedo punzante y la vergüenza, no habían desaparecido, pero se habían transmutado en una aceptación compleja y enredada. Javier no solo había quebrado su cuerpo; había reescrito su código interno. Eugenia, en la quietud de su mente, había llegado a una conclusión que la aterraba y la excitaba por igual: había nacido para obedecer a Javier. La sumisión no era una derrota; era su destino, la llave que desbloqueaba unas sensaciones tan intensas, tan abrumadoras, que borraban cualquier otro pensamiento. Él era el arquitecto de su placer, un placer que nunca supo que su cuerpo podía experimentar, un éxtasis que siempre estaba ligad...