El aire en la oficina del decano olía a colonia barata, a papel envejecido y a sexo. Oxana yacía desnuda sobre el escritorio, sus piernas abiertas en un ángulo obsceno, sus muslos temblorosos todavía brillantes por el sudor y los fluidos acumulados. El decano, con su cuerpo flaco y arrugado, se movía entre sus piernas con una energía sorprendente para un hombre de su edad, cada embestida haciendo que el pesado escritorio de roble chirriara bajo su peso combinado. "Más fuerte... por favor, más fuerte." La mente de Oxana ya no luchaba contra estos pensamientos. Donde antes había vergüenza, ahora solo había un hambre voraz, una necesidad que quemaba sus entrañas y nublaba cualquier otro instinto. Hacía cuatro meses que casi perdía la beca, cuatro meses desde que el decano le había ofrecido ese "acuerdo especial". Dos meses atrás, sus notas habían mejorado lo suficiente como para asegurar su permanencia, pero para entonces ya era demasiado tarde. Su cuerpo ya no le ...